18 de diciembre de 2014

Los Jaua Libaneses en Apure



LOS JAUA LIBANESES EN APURE
(Dedicado a la afectísima Misia Corina Mattar de Ramos, en sus 94 años de edad)

Argenis Méndez Echenique
Biruaca, 24/10/2014
  
Finalizando el siglo XIX llegó un numeroso contingente de inmigrantes extranjeros a Venezuela, que, luego de una corta estada en Caracas, se trasladaron al interior del país, buscando lugares más atractivos para sus actividades. Es la época de la explotación de la pluma de garza (“Oro Blanco”) en los Llanos, por lo que algunos  de ellos (alemanes, franceses, italianos, españoles, canarios, colombianos, chinos, árabes…),  van a probar fortuna al Apure, estableciéndose, principalmente, en las poblaciones ribereñas (la principal vía de comunicación de la época era la fluvial, a través del Apure y el Arauca, afluentes del Orinoco).
        
Entre los árabes que vienen al Apure, la mayoría sirio-libaneses (súbditos  de la “Sublime Puerta”, por lo que se les llamaba “turcos”), se cuentan apellidos (algunos castellanizados) como Abraham, Abunassar Bezara, Buaiz, Camel, Cecín, Damas, Dumith, Fagre, Fares,  Gracia,  Jaua, Lattuf, López,  Mattar, Medina, Morales, Raidi, Ramos, Rujana, Yapur, Zoppi, Zraid (Aray),  que hoy se confunden con los más criollos del medio venezolano.
Los Jaua
       
 A comienzos del XX, llegó a La Guaira, procedente del Líbano, Don José Jaua, acompañado de tres hijos varones: Elías, Jorge y Nicolás Jaua, estableciéndose en la región de Barlovento (Río Chico e Higuerote), donde, con tesonera labor, logra cierta holgura económica, que le permite  volver a su tierra y regresar, al poco tiempo,  acompañado de su esposa, Doña Neife.
        
A ellos llegan noticias de las grandes posibilidades comerciales que ofrece el Apure. Así, Jorge y Nicolás deciden dirigirse al Llano. Ya en San Fernando, observan que la mejor ubicación para sus negocios está en El Yagual, de estratégica posición geográfica, que les permitiría controlar el comercio de todo el Cajón del Arauca. Allí se establecen y  relacionan con casas importadoras y exportadores de Ciudad Bolívar, Caracas y las Antillas, como la H. Blohm, alemana. Todo un éxito.  Para afianzar su prestigio social, contraen matrimonio con damas de la sociedad local.
        
Jorge enlaza con Francisca (“Panchita”) Martínez Prada, hija de Don Indalecio Martínez, comerciante de la plaza, nativo del Tinaco, en Cojedes, y Doña Ana Rafaela Prada, de Guachara y ascendencia trujillana. El matrimonio Jaua – Martínez va a procrear una numerosa prole: Ronald, Jorge,  Edgar, Rogelio, Zenaida, Sobeida, Neife, José Nicolás y José Eduardo. Nicolás, por su lado, contrae matrimonio con Mercedes Fernández Stürüp, de ascendencia materna escandinava y de la élite social llanera. Ella, nativa de Guayabal, Guárico, era cuñada de don José Garbi Sánchez, hatero lugareño. Esta unión (Jaua – Fernández) no procreó hijos. Pero siempre existió un fuerte apego afectivo entre los hermanos Jaua y todas las decisiones las tomaban en conjunto.
       
 Los negocios iban “viento en popa”, permitiéndoles incursionar  en  los años 30  hacia la capital del Estado, donde fundan dos firmas comerciales, el Almacén “La Creación” y “Jaua &Co”. El establecimiento de El Yagual lo venden, hacia 1938, a Don Julio R. Utrera Arévalo, originario de San Sebastián de los Reyes, Aragua. La quiebra de la Bolsa de Nueva York comenzaba a hacer sentir sus estragos en la economía llanera: ya escaseaban los barcos y muchos insumos.
       
 Lo inesperado: fallece Don José Jaua, el padre. Los hijos menores  (Jorge y Nicolás) trasladan a la madre, Neife, al Apure, donde fallece el día 12 de Octubre de 1940, reposando sus restos en el viejo cementerio de Jobalito, en San Fernando.
      
Los Jaua Martínez crecen y estudian. En sus ratos de ocio participan en actividades sociales y deportivas: Ronald y Jorge  (“Coporito”) integran uno de los equipos de béisbol de prestigio: el “Cayaurima”, que dominicalmente enfrenta  a “Los Llaneros” y otros equipos locales,  en el viejo stadium de “Jobalito”... Luego, en los años 50,  la familia se trasladó a Caracas, donde incrementan sus relaciones sociales y comerciales; los hijos se profesionalizan y entroncan con distintas familias de la sociedad venezolana.
        
Desconocemos el momento de la desaparición física de los hermanos Jaua (Jorge y Nicolás); pero cuando fallece doña Francisca Martínez de Jaua, rodeada de hijos y nietos, en Caracas, el 27 de Junio de 1993, ambos eran ya difuntos.

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