DESDE
APURE:
LA INVASIÓN EUROPEA DE
1492, LA INDEPENDENCIA NACIONAL EN EL LLANO VENEZOLANO Y FLORENCIO JIMÉNEZ EN
GUAYABAL
“Nuestra historia
arranca del indígena que habitaba estas tierras mucho antes de que llegase
el español, no sabemos
cuánto tiempo atrás; continuó sin interrupción durante tres siglos
de la Colonia y
prosigue en la República sin solución de continuidad…”.
Eduardo Arcila Farías
(1968). Historia de la Soberbia y otros ensayos; p. 36.
¿Se deberá conmemorar
(o mejor diría, ¿lamentar?) esta importante fecha de nuestra historia, el 12
de Octubre de 1492, así como lo hacemos con el 19 de Abril, el 5
de Julio de 1811 y el 24 de Junio de 1821, principio y fin de una
etapa de la redención sociocultural de nuestro pueblo?. Alguien dirá, y con
razón, que esta fecha, el 12 de Octubre, marca el comienzo de nuestra tragedia
existencial. El producto de ese choque, Latinoamérica, la nueva entidad, ha
logrado su independencia política de los antiguos imperios ultramarinos
europeos, sin embargo, la lucha continua en el plano económico, ideológico y
filosófico; pero, ahora… contra el nuevo y poderoso imperio unipolar
norteamericano, que es más pérfido en sus intenciones.
No se puede negar que
este día, el 12 de Octubre, resalta en los anales de la Humanidad, de la Patria
Grande Americana y de la Patria Chica Venezolana, nuestra Matria. Pues, esta
fecha es memorable para Venezuela, para América y el Mundo, porque la visión de
un nuevo continente, nueva gente, nueva sociedad, nueva fauna, nueva flora,
para los europeos significó un vuelco total en su cosmovisión y concepción
ontológica; y constituyó el momento de inicio de un largo proceso de
integración del género humano. Simón Bolívar, El Libertador, ya lo anunciaba en
su famosa Carta de Jamaica (06/09/1815), cuando señaló que no somos europeos,
no somos indios, ni negros… sino un pequeño género humano, que hoy
identificamos con el latinoamericano.
Creo conveniente
recordar así también la tesis del mexicano José Vasconcelos sobre la “Raza
Cósmica”, que nacería de un gran mestizaje universal creado en América. “Surgirá
una quinta raza, la COSMICA, raza síntesis, “con la sangre de todos los
pueblos”, y (…) tendrá su asiento “en la parte ibérica del continente
americano” (Indología, 1924). Aquí, entre nosotros,
el historiador nativo Luis Beltrán Acosta reconoce la certeza de Vasconcelos al
decir que “el ser humano ya es una mescla de abigarrados retazos interétnicos”
(La Verdadera Resistencia Indígena contra la Corona española, 2009: 24).
Nada de esto debe
extrañarnos, pues otros reconocidos autores, como es el caso de Leopoldo Zea,
también lo justifican al hablar de la historicidad del hombre: “la vida
humana tiene un carácter que les es peculiar, el no estar hecha sino el
de tener que hacerse. El hombre [y por supuesto, también la mujer]tiene
que ir haciéndose su vida, y la hace con los medios que su circunstancia le da.
El tener que hacerse su vida, es lo que hace al hombre un ser libre”(La
Filosofía como compromiso de liberación).
En esta misma línea de
pensamiento, el reconocido pensador venezolano Mario Briceño Iragorri
recomendaba que para existir como nación, tener patria, en el sentido pleno del
término, hay que formar a nuestra gente con sentido histórico, crearle
conciencia histórica de su devenir como pueblo, para combatir y prevenir la
distorsión de nuestros valores culturales.
Y aquí señalamos que la
añeja sentencia del filósofo judío Baruch Spinoza (1632 – 1677), tiene plena
validez: “Si deseas que el futuro sea diferente, estudia el pasado”. Es
una invitación a estudiar nuestro pasado, nuestra historia. Pero hacerlo con
verdadero sentido crítico: “hay que buscarle la quinta pata al gato”,
digo yo; con sentido de continuidad y pertinencia. Los procesos
históricos son dinámicos, cambian, fluyen…”como los ríos a la mar”.
Algunos estudiosos de
nuestra historia hablan de un proceso de nivelación social en Venezuela que
comenzó mucho antes de la época de la Gesta de Independencia. Pero habría que
pasearse por el panorama histórico de una sociedad esclavista, discriminadora,
elitesca y expoliadora como ninguna otra era la hispana colonial, dominada,
inicialmente, por un exclusivo grupo social: los blancos; y entre estos,
los blancos criollos, los famosos “Mantuanos”, que constituían la
Aristocracia Territorial Caraqueña, que es el caso venezolano, y los blancos
peninsulares. Los primeros, descendientes de los conquistadores (“Viajeros
de Indias”, según el psiquiatra-novelista Francisco
Herrera Luque), dueños de haciendas, ganados y esclavos; y los segundos, los
nuevos invasores, venidos de España a detentar los cargos oficiales, de
gobierno, en nombre del Rey (a hacer fortuna, realmente, como expresó en su
momento el cronista Diaz del Castillo).
La supuesta nivelación
dentro de la sociedad colonial venezolana, estratificada en cerrados estamentos
(donde se manejaba el rígido criterio de que “vientre esclavo engendra
esclavo”), se refiere al largo proceso de mestizaje etno -cultural que
sufrimos a lo largo y ancho de trescientos años, y muy especialmente se alude a
la Real Cédula de Gracias al Sacar, suscrita el 10 de Febrero de 1795. Este
documento consistía en un arancel o tarifa donde, mediante el pago de una suma
de dinero estipulada en cada caso, se concedían licencias, dispensas y
prerrogativas a las personas que lo hubieren solicitado, incluyendo a los
pardos, que de esa manera podían aspirar al título de “don” (cuyo
supuesto significado era: “de origen noble”), que los equiparaba a los
blancos (Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar,
1988: I, 638). Pero se sabe así mismo de la fuerte reticencia de los mantuanos
a aceptar esa medida real que creó serios resquemores y conflictos dentro de la
sociedad caraqueña. Los aristócratas criollos no podían aceptar codearse
libremente con alguien de menor categoría social que ellos o con descendientes
de sus antiguos esclavos. Eso era escandaloso. ¿Cuándo se había visto algo
semejante?. Recuérdese el atropello cometido por ellos contra el padre de
Francisco de Miranda, por ser comerciante, de origen canario y no español
peninsular; y además, su esposa, madre del Precursor Independentista, era
caraqueña no principal y panadera; es decir, gente del pueblo, como cualquiera
de nosotros. El estigma persiguió al Generalísimo hasta los tiempos de la
Primera República, que se perdió por las oscuras maniobras de los mantuanos
contra él.
Debemos saber, así
mismo, que los movimientos pre-independentistas en Venezuela, llevados adelante
por gente de diversa procedencia étnica, se produjeron desde los primeros
tiempos de la invasora presencia europea en nuestro continente; al respecto
existen referencias en toda América. En Venezuela, entre tantos hechos, podemos
señalar los casos de nuestro gran cacique caribe Guaicaipuro (1560 antes de la
fundación de la ciudad de Caracas),
del negro Miguel de Buría (1553, antes de la fundación de la ciudad de
Barquisimeto), del zambo yaracuyano Andresote (1731, que también hizo sentir su
presencia en Cazorla y en sus alrededores); de “La Gran Caribia” (1731 –
1744, terror de los jesuitas y gobernadores hispanos en la Orinoquia), el
alzamiento del canario Juan Francisco de León (19 de Abril de 1749, levantado
contra los abusos de la Compañía Guipuzcoana); el alzamiento del zambo coriano
José Leonardo Chirino, en 1795, queriendo implantar entre nosotros “la ley
de los franceses”; la conspiración de Manuel Gual y José María España en
1797, con su proyecto reivindicativo de los grupos étnicos marginados y donde
estuvo implicado nuestro admirado Robinson (Don Simón Rodríguez), y las
tentativas de invasión promovidas por Francisco de Miranda, en 1806. Sin
olvidar innumerables intentos dados en otras latitudes de América, como los
casos de los comuneros de El Socorro, en la Nueva Granada, y el del famoso inca
Tupac Amaru, en el Perú, en el último cuarto del siglo XVIII, cuyo nombre se ha
convertido en los tiempos actuales en un símbolo de lucha contra la opresión
imperialista.
Así como el 12 de Octubre
de 1492 es, para nosotros, una fecha de recordar oprobios, podríamos decir que
existen innumerables momentos estelares en nuestra historia referentes a la
lucha por la libertad y la igualdad, sobresaliendo dos en nuestra memoria
colectiva: El 19 de Abril de 1810, cuando en el cabildo caraqueño se
inicia el movimiento de emancipación contra la España Borbónica sometida y
execrada por Napoleón Bonaparte; y el otro momento crucial es el del 5 de
Julio de 1811, cuando se declara formalmente la independencia política de
Venezuela contra el finisecular Imperio Español, tal como lo recoge el
documento genésico que le daría categoría de Estado libre y soberano a nuestra
nación.
Sabemos que ese
esfuerzo inicial se perdió y fue necesario que surgiese un nuevo conductor de
pueblos y se diese la llamada Campaña Admirable, la Segunda y la Tercera
República, las Campañas del Centro, de los Llanos, la de Nueva Granada, la de
Carabobo y la del Sur que culminó en Ayacucho. Más de veinte años de lucha. El
nuevo líder se encarna en la figura del caraqueño Simón Bolívar, quien mereció
por su obra redentora que se le otorgase el título de LIBERTADOR, que él
valoraba más que cualquier otro.
Y
como para que no se olvide, este año estamos celebrando el Bicentenario de la proeza
libertaria conocida como Campaña Admirable, punto de partida a la gloria de
Bolívar.
Otro hito referencial
en este camino de lucha por la libertad es el 15 de Febrero de 1819,
momento en que el numen de Bolívar se eleva inmarcesible hasta las cumbres de
la gloria para pronunciar su famoso Discurso de Angostura, preludio de
la creación de la gran república de sus sueños: Colombia, nombre que
tomó del viejo proyecto mirandino de crear un solo país con todas las regiones
integrantes del mundo hispanoamericano. Bajo este nombre se cobijaron,
inicialmente, tres grandes porciones territoriales del antiguo imperio español:
Venezuela, Nueva Granada (que incluía al Istmo de Panamá) y Quito (Ecuador).
Con esto, que parece lo
ignoran algunas personas, estoy señalando que el término “Colombia” fue
creación de dos venezolanos: Francisco de Miranda y Simón Bolívar. Porque,
aunque resulte paradójico, al Gran Almirante le fue escamoteada la gloria de
que nuestro continente llevase su nombre.
Tampoco debemos dejar
de señalar el 24 de Junio de 1821, cuando Bolívar, El Libertador, se
muestra como un consumado maestro en la planificación estratégica y da pruebas
de su magnífico dominio del arte de la guerra, sellando la Independencia de
nuestro país, al frente de combativas tropas salidas de los santuarios de la
llanura; y de singular importancia es el 9 de Diciembre de 1824, glorioso
para la América entera, porque en esa jornada el Ejército Libertador, al mando
del cumanés Antonio José de Sucre dio el golpe definitivo al poder español en
este continente (lo que le valió el título de Mariscal de Ayacucho). Este hito
histórico es importante señalarlo, porque si recordamos el 12 de Octubre porque
constituye el inicio de la expoliación imperialista, la victoria de Ayacucho, el
9 de Diciembre de 1824 dio término a la dominación española en nuestro
continente. Como se observa, siempre nuestro ejército y pueblo estuvieron y han
estado presentes en empresas libertarias más allá de sus fronteras, nunca en
actitud de opresión ni rapiña.
Igualmente reseñamos el
20 de Febrero de 1859, porque se inicia la Guerra Federal, con el
pronunciamiento de Coro, persiguiendo los viejos sueños de redención
social decretados por Bolívar (Haberes Militares, tierras y ganado, para los
soldados de la Independencia y la libertad para los esclavos, entre otros),
escamoteados por la llamada “Oligarquía Conservadora”, como la bautizó
José Gil Fortoul, que estableció en la Venezuela de 1830 una constitución
censitaria y esclavista, donde menos de un 8% de la población tenía el
privilegio de ejercer sus derechos ciudadanos. Había que saber leer y escribir,
ser libre y poseer una renta mensual de 50 pesos. De aproximadamente 700.000
habitantes que tendría el desbastado país para ese momento, recién salido de la
Guerra de Independencia, aproximadamente unas 50.000 personas tenían derecho a
elegir o ser elegidas para un cargo público. Toda una élite.
¿Quiénes tenían esos
privilegios?. Los godos realistas, blancos, letrados y antiguos propietarios,
que habían emigrado durante la contienda bélica y habían regresado al país una
vez finalizado el conflicto, rodeando al General José Antonio Páez, adalid de
la secesión en 1826 y en 1830; también los magistrados civiles y jefes
militares, calificados próceres de la Independencia Nacional, enriquecidos a
costa de los sufridos soldados de la revolución. La crema y nata de la nueva
oligarquía, conservadora de los antiguos privilegios coloniales, terrateniente
y esclavista, que venían desde los mismos tiempos de Cristóbal Colón, los
Welser, Juan de Carvajal, Diego de Losada y los Mier y Terán, dueños de “La
Cruz Rubiera”, predio llanero cercano a Guayabal - Cazorla.
Ese fue uno de los
tantos caldos de cultivo en que germinó la revolución capitaneada por el “General
del Pueblo Soberano”, Ezequiel Zamora, frustrada tempranamente por la bala
asesina de San Carlos, en enero de 1860, a un mes escaso del brillante triunfo
en Santa Inés, donde fue clave la caballería llanera, una vez iniciada la
persecución de las abatidas huestes centralistas. Así vemos con tristeza como
la gran revolución popular zamorana, herida de muerte, vino a pasear su
desgracia por los inhóspitos terronales de Coplé, aquí mismo, cerca de
Guayabal, por ineptitud de un general que quería cambios revolucionarios que no
alterasen su sosiego de terrateniente criador de chivos.
Como
se observa, el camino de nivelación social de nuestro pueblo ha sido largo y
escabroso, y todavía no ha concluido. Recordemos a esos
compatriotas invisibles que nos han acompañado desde siempre y que son sangre y
esencia de nuestra existencia mestiza: los indígenas. Esclavizados hasta
hace poco por inhumanos e inescrupulosos terratenientes, muchos de ellos
emparentados consanguíneamente con ellos. Las “guajibiadas” no están muy
lejanas en el tiempo (recuérdese no más la nueva “Rubiera” de 1967 y
otras más recientes masacres, donde jueces y escabinos han sido
comprados por un plato de lentejas).
Creo que
afortunadamente estamos tomando un poco de conciencia sobre nuestros desatinos:
¿Será por eso que hoy conmemoramos el 12 de Octubre, por obra y gracia del
Comandante Hugo Chávez, como DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA?: “…jamás
se dijo la verdad: que fue una invasión, como hacen todos los imperios,
que fue un saqueo de nuestros recursos. Por más de trescientos años se llevaron
el oro, plata, maderas valiosas, todo lo que pudieron llevarse”, como
señala un destacado indigenista ecuatoriano.
Hoy la revolución
bolivariana les está brindando por primera vez a estos desamparados compatriotas
la oportunidad de ejercer sus derechos ciudadanos a plenitud, como
protagonistas del quehacer político de nuestro país, su país, en los concejos
municipales, en los consejos comunales, en los consejos legislativos, en la
Asamblea Nacional, en el tren ministerial del Ejecutivo Nacional, en todas
partes.
Así vemos cómo ha
evolucionado, oficialmente, el calificativo de lo sucedido el 12 de Octubre de
1492. En 1892, fecha en que se comenzó a hablar del famoso “Día del
Descubrimiento” (en la España que vivía soñando con sus glorias imperiales
pasadas); luego se habló del “Día de la Raza” (comenzando por
España en 1913 y que luego fue copiado en nuestro continente por Hipólito
Irigoyen, Presidente de Argentina, mediante decreto del 04/10/1917; Juan
Vicente Gómez, en Venezuela, lo hizo en 1921). En tiempos cercanos al Quinto
Centenario se habló del “Día de la Hispanidad” (tanto en España como en
América), en los medios intelectuales se habló del “Día del 8
Encuentro
de Dos Mundos”; ante la ONU se propuso en 1992 la conmemoración del ”Año
Internacional de los Pueblos Indígenas”, que en Venezuela se convirtió en “Día
de la Resistencia Indígena”, por obra y gracia de la Revolución Bolivariana
(el 10 de Octubre de 2002) como una reivindicación histórica a los atropellados
y vejados pueblos aborígenes de este nuestro continente.
El 12 de Octubre de
1492 se inició el genocidio más grande que conoce la humanidad: “…no fue un
simple descubrimiento o encuentro de dos culturas como lo quieren oscurecer
ante los hechos reales, sino una masacre contra la humanidad, el exterminio de
millones de indígenas del continente…” (Miguel Guatemal. “Manifiesto
sobre el día 12 de Octubre”. Quito, Ecuador, CONAIE. Publicado
por Argenpress, el 12/10/2006).
En los primeros 150
años de expolio hispánico (1503 – 1660), fueron llevados a España, según
registros documentados en Sevilla y Madrid, unas 17.000 toneladas de plata y
unas 200 de oro, que contribuyeron al desarrollo comercial y manufacturero de
Europa, abriendo las puertas a la Revolución Industrial y al incipiente sistema
capitalista moderno. ¿A cuánto llegaría el saqueo y la piratería durante
trescientos años?. La respuesta estaría en las palabras de Eduardo Galeano: “Desde
el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha acumulado siempre en capital
europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y acumula en
los lejanos centros de poder” (1971: 4).
Eso es en cuanto a lo
rapiñado desde el punto de vista material; habría que añadir a ello todos los
conocimientos que adquirieron sobre diferentes tópicos del saber humano, entre
ellos sobre flora y fauna. Ellos, en su supina ignorancia, destruyeron los
cimientos de culturas milenarias más avanzadas en muchos aspectos que la
europea; sembrando a cambio servilismo y esclavitud, a través de la supuesta
evangelización salvadora de los misioneros católicos. El famoso “Requerimiento”,
que les era leído a los indígenas, que nunca habían oído en sus vidas la lengua
castellana, exhortándolos a convertirse al cristianismo, es una muestra de la
aberrante actitud de esta gente: “Si no lo hiciereis, o en ello dilación
maliciosamente pusiereis, certificoos,
que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y os haré la
guerra por todas partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y
obediencia de la Iglesia y de su Magestad y tomaré vuestras mujeres e hijos y
los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como su
Magestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños
que pudiere…”.
El historiador
argentino Sergio Bagú (1911 – 2002), según Galeano (1971: 120), reconoce que “el
más formidable motor de acumulación del capital mercantil europeo fue la
esclavitud americana, a su vez, ese capital resultó “la piedra fundamental
sobre la cual se construyó el gigantesco capital industrial de los tiempos
contemporáneos”.
Nuestra vigente Carta
Magna (1999) reconoce, en ocho artículos, los plenos derechos ciudadanos que
tienen los pueblos indígenas venezolanos. Ese hecho constituye un importante
avance, porque ya tiene rango constitucional.
La decisión, mediante
decreto del Comandante Chávez, ordenando llevar los restos de Guaicaipuro al
Panteón Nacional (Gaceta Oficial N° 37.336, del 30/11/2001) constituye también
una irrefutable muestra de reivindicación de los derechos indígenas conculcados
por los poderes imperiales de todos los tiempos y latitudes. Es reconocer que
el gran cacique también fue un adalid libertario en la lucha contra el invasor
español y debe, con todo mérito, reposar al lado de los Padres de la Patria.
”Atrás quedó la
concepción hispanista que potenciaba el eurocentrismo y la
anglobalización; aquella que buscaba perpetuar la cultura occidental como la
cultura, la cual cultura única, aquella que consideraba a la cultura anglo
-europea como la cultura que debía imponerse…”, dice el tachirense José
Pascual Mora García, en Discurso de Orden, pronunciado en la Plaza Bolívar de
San Cristóbal, el 12 de Octubre de 2006.
Con las diferentes y
desastrosas peripecias por las que pasó el proceso independentista venezolano,
el más sangriento de toda América, después de la caída de la Segunda República,
bajo la conducción del Libertador Bolívar, es cuando va a adquirir un tinte
netamente popular. Fue necesario que media Venezuela
pereciera bajo la cuchilla de Boves, Morales, Morillo y sus secuaces, para que
nuestros dirigentes libertarios despertasen al clamor de las demandas de los
depauperados hijos de la tierra de nadie. Es el verdadero pueblo en armas el
que va a la guerra a reclamar sus derechos a la libertad y la igualdad.
Bolívar, “El Hombre de
las Circunstancias”, a fuerza de triunfos y derrotas, se hace el más grande
conductor de masas populares de su tiempo y de ejércitos invencibles cuando
logra captarse a los llaneros, sociedad igualitaria y conformada por gente de
diversa procedencia étnica. De los Llanos emergen como titanes, los heroicos
centauros que, junto a los indígenas y negros esclavos de los distintos
confines de la Patria por construir, van conquistar la gloria y la libertad de
todo un continente. Los llaneros, “hombres de a caballo” fueron los
verdaderos artífices de la libertad de América. Páez, Aramendi, los Farfán, los
Pulido, los Palacio Fajardo, Rondón, Infante, los Mujica, Silva, Figueredo,
Vásquez, los Jiménez, Muñoz, Camejo, Guerrero, Hurtado, Piñango, Zaraza,
Cedeño, son apellidos que nos despiertan la mente con el clamor de sus
homéricas hazañas.
Cuando estos
desarrapados y olvidados de la fortuna comprenden el significado de la “diablocracia”,
como les proclamara Pedro Camejo, “El Negro Primero”, en las arengas a sus
compañeros de heroicidades, comenzó realmente la revolución social en
Venezuela. Al respecto puede consultarse las obras de eminentes investigadores
del tema social venezolano durante la guerra de independencia, como Juan
Vicente González (quien catalogó a José Tomás Boves como “el primer
demócrata de Venezuela”), Laureano Vallenilla Lanz, Rufino Blanco Fombona,
Carlos Siso, José Gil Fortoul, Juan Uslar Pietri, Juan Bosch (el intelectual
dominicano), Arturo Cardozo, Federico Brito Figueroa, Miguel Izard, Adolfo
Rodríguez, José Esteban Ruiz Guevara, Asdrúbal González, Oldman Botello, Felipe
Hernández, Armando González, entre otros.
En nuestra historia
llanera de la Independencia existen dos figuras contrapuestas en los avatares
de la guerra relacionados con la ciudad de San Jerónimo de Guayabal: uno, el
español asturiano José Tomás Boves, y el otro, un
ilustre hijo de este pueblo llamado Florencio Jiménez Madrid (algunos escriben
Giménez). Aquí observamos las contradicciones de la vida. Pues, Boves, de los
desposeídos de la Península Ibérica, viene a Venezuela y es apresado por
contrabandista, siendo confinado a la aristocrática ciudad llanera de Calabozo.
Al producirse los acontecimientos de Caracas en 1810 y 1811, este rebelde sin
causa se pronuncia por la independencia, pero la godarria que dirige el
movimiento en Calabozo lo rechaza y lo humilla. La espina de la amargura quedó
clavada en su mente y su corazón.
Juan Uslar Pietri, en
su Historia de la Rebelión Popular de 1814, nos dice que “Boves es el
primer autócrata que tiene el mando absoluto de Venezuela. Es el primer “César”
de nuestra larga historia caudillesca…”
Boves, estableció su
cuartel general en Guayabal, ubicado en el suroeste guariqueño, a poca
distancia de San Fernando de Apure (apenas 11 kilómetros de distancia). Esta
comunidad, al igual que Calabozo, San Jaime, Camaguán, San Fernando, y otros
pueblos llaneros, estuvo a punto de desaparecer de la geografía colonial
venezolana por la terrofágica actitud de los Mier y Terán, Domínguez, Blanco,
Marrero y otros personajes de la misma estirpe o pelaje.
Boves, hombre de agudos
rencores, lleno de odio contra los mantuanos que lo despreciaron y humillaron,
se incorpora al ejército realista para destruir todo rastro que los represente.
Su bandera (negra, con dos tibias cruzadas, como los antiguos piratas del Mar
Caribe) no es la del rey de España, sino la de la venganza. Y la ejecuta
ferozmente a la cabeza de sus iguales, los llaneros, con quienes se ha
identificado plenamente. Francisco Tomás Morales, segundo de Boves, y tan cruel
como él, explica ese apego al caudillo: “Esclavos y llaneros, pardos y
mestizos, parecen iluminados por la actitud de aquel hombre, “comía con ellos,
dormía entre ellos, y ellos eran toda su diversión y entretenimiento, sabiendo
que sólo así podía tenerlos a su devoción y contar cons sus brazos para el
combate…”. Así mismo, ejemplo de su política lo constituye su famoso “Bando
de Guayabal” (que algunos catalogan como un incipiente amago de reforma
agraria), y para ascender en su milicia, ser beneficiado con lotes de terreno y
otras prebendas debía presentar al comandante
de su escuadrón un determinado número de cabezas de sus enemigos.
Boves luchaba contra
los patriotas, pero no se sentía comprometido con la autoridad real; más cuando
sus tropas estaban constituidas por mestizos, como la mayoría de los llaneros,
indios, negros, zambos, mulatos y todas las combinaciones imaginables de los
descamisados y desclasados de la sociedad colonial, que siempre habían estado
enfrentados al poder español y a la plutocracia criolla, que eran descendientes
de los conquistadores y saqueadores de los primeros tiempos de la invasión
imperialista hispana. Boves dejó una estela roja en su camino de anti-héroe,
pero murió pobre; su afán no estaba en acumular riquezas. Urica significó el
fin de su imperio de terror y el pueblo llanero quedó sin un líder que lo
condujese. Al llegar “El Pacificador de Tierra Firme”, lleno de ínfulas
y orgullo clasista, se produce la desbandada. Pronto lo vamos a ver a la cola
del caballo de Páez, Zaraza, Rondón, Muñoz, Farfán, Aramendi, Cedeño y otros
caudillos independentistas, luchando ahora por sus propios derechos en la Patria
que está por consolidarse.
El otro personaje
vinculado a San Jerónimo de Guayabal es el general de caballería Florencio
Jiménez Madrid, nacido en estos lares guariqueños, hacia el año de 1790, cuando
todavía se vivían los momentos misionales de los capuchinos andaluces en esta
región.
Sus padres, de prosapia
netamente llanera, fueron: Don Hermenegildo Jiménez y Doña Ciriaca Madrid, que
poseían ciertas posibilidades económicas. Era el segundo de dos hermanos.
Estudió Florencio sus primeras letras en Guayabal y luego pasó a Calabozo,
donde logró incrementar sus conocimientos primarios. Al pronunciarse la
Independencia e iniciarse la guerra contra Monteverde, los hermanos Jiménez se
incorporan a las tropas libertarias de Bolívar. No sucede los mismo con muchos
de sus paisanos de Guayabal, que siguen al “Urogallo”. Acompañan al
Libertador durante el todo su periplo por la libertad (hasta Ayacucho). José,
el mayor, murió en la Campaña de Nueva Granada, con el grado de general de
brigada. Regresado a Guayabal después de 1830, Florencio, quien había obtenido
el grado de general
de caballería, se dedica a atender sus bienes pecuarios y hace constantes
visitas a Calabozo, donde conoce a la distinguida señorita Matías Lazo de la
Vega, con quien establece un noviazgo que culmina en el nacimiento de un hijo:
Francisco Lazo de la Vega, quien será después el progenitor del famoso bardo de
la “ Silva Criolla”, el Doctor Francisco Lazo Martí, según información
de otro ilustre hijo de Guayabal como lo fue el Doctor Julio de Armas Mirabal.
En su pueblo nativo, Florencio establece relaciones con la señorita Benita
Castillo, procreando cuatro hijos: Pedro, Zoila, Manuela y Eloisa. Esta última
contrajo matrimonio con un descendiente del general Manuel Cedeño, el sacrificado
héroe de Carabobo, originando la prole Cedeño Castillo: Serafín (1870 – 1925),
Jesús, Casto, Fausto, Jerónimo…
Serafín fue ordenado
sacerdote en el Seminario de Calabozo, por Monseñor Felipe Nery Sendrea,
cumpliendo su labor apostólica por pueblos del Guárico, Apure y Barinas; se
destacó como orador sagrado, periodista y poeta, escribiendo en 1898 una
biografía de su admirado abuelo FLORENCIO JIMÉNEZ MADRID. Este texto ha
contribuido de manera muy efectiva a esclarecer la información sobre la vida y
actuación de este prócer guayabalero en relación a la confusión creada entre
historiadores con el prócer Florencio Jiménez Sandoval, nativo de Quíbor,
general de infantería, quien también había actuado en los mismos tiempos en las
campañas por la Independencia. En este sentido hay que agradecer enormemente al
Cronista de Barquisimeto, camarada Ramón Querales, acucioso y honesto
investigador de este tema, que ha contribuido enormemente a esclarecer el
embrollo.
Se debe señalar que
existe una larga descendencia, tanto en Apure como en Guárico, de este ilustre
héroe olvidado. Para muestra se hace referencia a algunos casos: Lauro
Carrillo, famoso canoero del Paso de Elorza, sobre el Arauca, y cuyo puente
lleva su nombre, era hijo de Fausto Cedeño Castillo, nieto del general
Florencio; de esta misma rama familiar procedía el escritor cunavichero Manuel
Antonio Cuervo (abuelo de la Profesora Flor Colmenares), y los hermanos
Jerónimo y Sixto Cedeño. Y de Jerónimo Cedeño Castillo, hermano del sacerdote
biógrafo, viene el Profesor Karl Cedeño, actual Presidente de la Caja de
Ahorros de los Empleados del Ejecutivo
del Estado Apure (2009 – 2013), de cuyo padre, José Rafael Cedeño, “Cuicas”,
me precio ser amigo por más de cuarenta años (este camarada fue uno de los fundadores
del Partido Comunista en Apure).
Espero que estos
someros datos que hoy asomo sirvan para interesar a los estudiosos de los
fastos de San Jerónimo de Guayabal a escudriñar y estudiar la vida de Florencio
Jiménez Madrid, creador de Patria como tantos otros llaneros. Es un ineludible
reto para los preocupados amigos Yunis Bautista Rojas, José Solórzano, Marcos
Vegas, Freddy Jabano, Saúl Álvarez, José Correa, entre otros. Don Enrique León
lo había asumido de esa manera.
Debemos entender que
esa tarea no es sencilla, por la persistencia de muchos elementos retrógrados: “la
sociedad capitalista, no sólo es violenta y absurda, sino que además es
suicida. La velocidad con la que se están destruyendo los recursos naturales
resulta demoledora. Por eso me parece fundamental ver hacia el pasado, rescatar
lo perfectible de esas sociedades, lo justo, lo igualitario”, como señala
acertadamente nuestro amigo “llanerólogo” catalán Miguel Izard
(Entrevista: “Cimarrones llaneros crearon sociedades armónicas”. Todos
Adentro. Semanario Cultural del Poder Popular para la Cultura. Caracas,
jueves 28 de Mayo de 2009).
La moderna filosofía
política dice que la soberanía reside en el pueblo; de aquí que es necesario
educar en los nuevos valores al pueblo, si queremos realmente hacer una
revolución social. Etimológicamente, este vocablo griego traduce “el
gobierno del pueblo”. Esto significa también una visión diferente de lo que
tradicionalmente se ha tenido por Democracia, desde los tiempos de la
antigua Grecia, las ciudades – estados italianas y la constitución
norteamericana, que siguieron patrones esclavistas.
Muchas veces esos entes
malignos, asesinos de nuestra idiosincrasia y de nuestras mentes, están a
nuestro lado y no detectamos a tiempo sus aviesas intenciones, porque con sus
artes histriónicas nos hacen pasar lo falso por lo verdadero. Ejemplos hay
muchos y todos los conocemos de sobra. “Incorporadas desde siempre a la
constelación del poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el
menor interés en averiguar si el patriotismo
podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única
forma posible de la política internacional” (Galeano, 1971:
6).
Son los enemigos que
trabajan en la sombra. Y en la sombra solo trabaja el crimen, como señaló
Bolívar en algún momento de preocupada reflexión sobre el destino de nuestro
pueblo.
Debemos reafirmar
nuestra identidad llanera, venezolana y latinoamericana, mediante el estudio
esclarecedor y el actuar honesto; pues, nacimos del oprobio y la rapiña, pero
para reivindicarnos debemos escudriñar nuestros orígenes mestizos y conocer el
alma genuina de nuestro pueblo. Pues el pueblo es sabio; es la voz de Dios,
dijo alguien que no recuerdo; creo que es un viejo adagio popular español, pero
que tiene valoración universal.
Briceño Iragorri en su
filosofar orientador nos señala el camino: “…las escrituras de Bolívar son
para los pueblos libertados por su espada como el aliento aún no vivo de su
espíritu gigantesco” (Lecturas Venezolanas, 2007: 35). Habría que
preguntarse con Marx, como señala Heinz Dieterich, si “¿puede la teoría
arraigarse en las masas y convertirse en fuerza material capaz de destruir el
viejo orden explotador?” (2005: 113).
ARGENIS MÉNDEZ
ECHENIQUE
Biruaca, 12 de Octubre de 2013.
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