LÍNEAS DE APROXIMACIÓN A UNA GENEALOGÍA GUARIQUEÑA EN EL BAJO APURE A FINALES DEL SIGLO XIX Y
COMIENZOS DEL XX: FAMILIAS ÁLVAREZ, DÍAZ, HERNANDEZ, HURTADO, MIRABAL, MUJICA, PALACIO, PÉREZ, RODRÍGUEZ,
VISO…
PONENCIA ante EL VIII ENCUENTRO
DE CRONISTAS E HISTORIADORES DE VENEZUELA EN CALABOZO, en homenaje a la
ORQUESTA INFANTIL Y JUVENIL "ANTONIO ESTÉVEZ" de Calabozo, con motivo
de arribar a su XX Aniversario de Fundación (Días sábado 20 y domingo 21 de
septiembre 2014).
“Pueblo que no sabe su historia
es pueblo condenado a irrevocable muerte; pueden producir brillantez
individualidades aisladas, rasgos de pasión, de ingenio y hasta de genio y
serán como relámpagos que acrecenta mas y
más la lobreguez de la noche”
(M. Menéndez y Pelayo).
Trazar líneas genealógicas en un pueblo
como el llanero apureño es tarea bastante complicada, debido a múltiples
razones: inexistencia o desorganización de archivos que conserven el acervo
documental regional, poca costumbre de registrar civil y eclesiásticamente las
uniones matrimoniales, ignorancia o desmemoria en los integrantes de las
familias habitantes de la región, carencia de bibliografía que trate el tema y
otras tantas fallas. Además, hay que tener en cuenta que en el caso de las pocas
familias de origen esclavo aparecen registradas con el apellido de sus dueños; y, en el caso de la población indígena, al cristianizarse
perdían sus nombres originales, adoptando en muchas ocasiones los nombres y
apellidos de sus padrinos de origen europeo (casos muy frecuentes en Apure por
su alto índice de población autóctona). La única ciudad apureña que puede
esgrimir un Acta de Fundación, de acuerdo con los cánones hispanos, es San
Fernando de Apure; las demás eran antiguas comunidades indígenas organizadas a
la manera europea por los misioneros evangelizadores.
De allí que este
ensayo, producto de la investigación que realiza el autor, desde hace varios
años, sobre el devenir socio-histórico de la población de El Yagual,
en el Bajo Apure, a orillas del río Arauca y escenario de una de las más
famosas proezas del general José Antonio Páez contra las tropas realistas
durante la Guerra de Independencia Nacional, puede contener, y doy por
descontado que es así, una serie de vacíos y errores (la línea genealógica sólo
se ha establecido con relación a la población criolla de origen europeo, porque
era la que quedaba inscrita en los
libros llevados por la Iglesia Católica o el Registro Civil). De aquí la idea
es enriquecer su contenido con los aportes que reciba de quienes lean el ensayo y conozcan mejor sobre este
tema genealógico.
Nuestra exploración, en el campo
demográfico, nos ha conducido a observar que Venezuela y los Llanos fueron
ocupados originalmente por grupos étnicos de diferentes procedencias, que en
nuestro caso se manifiesta en pueblos achaguas
(arawacos), caribes, otomacos, yaruros (pumé), entre otros tantos que tomaron el territorio llanero
apureño como escenario de sus correrías. Podría decirse que ese deambular
comenzó su declive en Apure hacia
mediados del siglo XVIII, cuando comienza la invasión europea de manera
sistemática, que organiza las
comunidades indígenas bajo los patrones urbanos hispanos.
Cuando a la Aristocracia Territorial
Caraqueña de la época colonial, con fuerte asiento en Calabozo, le fue quedando
estrecha la inmensidad llanera de la región centro-norte de Venezuela,
tendieron su vista hacia el sur, más allá, hacia “la otra banda del Apure”, que consideraron tierras “inexploradas” por los europeos, pues los
límites de la Provincia de Caracas, por el sur, llegaban hasta la margen
izquierda del Apure, donde hoy se asienta Puerto Miranda, Municipio Camaguán,
Estado Guárico; sin tomar en cuenta que estos espacios correspondían a otra
entidad político – territorial (Provincia de Maracaibo, primero, y luego
Provincia de Barinas, de 1786 en adelante) comenzaron su invasión a las tierras
comprendidas entre el Apure y el Meta: “…antes
del año de mil setecientos cincuenta y ocho emprendieron a su propia costa y
con riesgo evidente de sus vidas y haciendo la pacificación y descubrimiento
de las tierras del otro lado del Apure, así a la parte del Orinoco los
que no se había pisado hasta entonces por español alguno”. AGI.
Caracas, 399: 34v – 35 (Botello, 1998: 14).
Pero antes de la llegada de los
misioneros capuchinos andaluces, los pobladores de estas tierras eran
catequizados por misioneros jesuitas, venidos del Virreinato de Santa Fe, que
establecieron hatos y pueblos de misión a orillas de los ríos Orinoco,
Capanaparo, Sinaruco y Meta, presentes hasta el momento de su expulsión de todo
el Imperio Español por Carlos III, en
1767. Aquí se observa fácilmente la falaz argumentación de los voraces “terracogientes” coloniales, entre
quienes destacan Mier y Terán, Domínguez, Blanco y Ponte, Camacho, Gamarra,
Hurtado, Marrero, Mirabal, Rodríguez…,
quienes se valen de sus influencias políticas, religiosas y socioeconómicas
para darle cierto aspecto de legalidad a la usurpación que realizan en el Apure
de entonces. Cuando se crea la Provincia de Barinas (por Real Cédula del
15/02/1786), que abarcaba también el
territorio apureño, se inician los conflictos.
Es deducible que el primer comandante
militar y gobernador de la nueva entidad provincial, don Fernando Miyares
González, funda la villa de San Fernando de Apure (Acta del 28/02/1788), con el
propósito de contener los desafueros de los terratenientes caraqueños, además
de controlar el comercio fluvial ilegal que realizaban ingleses, franceses y holandeses
hacia Guayana y las Antillas. Sin embargo, los Mier y Terán y Domínguez
pretendieron en varias oportunidades desalojar a los sanfernandinos de sus
tierras, asentados legalmente y poseían, incluso, una cédula real que le daba
la categoría de villa a la comunidad recién establecida.
Como es de observar, entre los primeros
que incursionan en las tierras de “la
Otra Banda del Apure” están prominentes figuras de la élite caraqueña,
que instalaron sus bases inicialmente en
San Sebastián de los Reyes, para luego incursionar hacia San Carlos de Austria,
Guanare y Calabozo, donde sentaron sus reales. Para ir más allá de sus límites
tradicionales y legales, idearon establecer una punta de playa en las cercanías
del Apure y fundaron la Villa de San Jaime, en jurisdicción barinesa, por lo
que tuvieron que afrontar varios conflictos con el cabildo de Barinas. “En su mayoría procedentes de Calabozo, un
considerable número de estos criadores eran a su vez amos de hato en otros
partidos de los Llanos” (Rodríguez Mirabal, 1995: 18); pues, como dice
nuestra recordada amiga y compañera de vicisitudes Irma Mendoza (2008): “Los Blanco Criollos monopolizan la
propiedad de la tierra mediante la ocupación o transacciones de compra –
venta”.
Los pleitos con estos terratenientes
coloniales terminaron en 1811, cuando se declaró la Independencia Nacional y
Apure, junto con toda la Provincia de Barinas, se pronunció en su apoyo y estos
personajes perdieron influencia y poder. Pero la guerra se prolongó por
aproximadamente veinte años, quedando toda la administración pública dislocada
y hubo necesidad de comenzar su reorganización. A partir de 1830, con Páez a la
cabeza, surge un poderoso grupo terrateniente, que ha sido denominado por los
estudiosos de distintas maneras pero que he calificado como “Aristocracia de la Lanza”, debido a que
sus integrantes, en su mayoría, procedían de los “prohombres” de la revolución independentista, que ahora aparecen
aliados con algunos antiguos terratenientes coloniales que regresaron al país
una vez finalizada la contienda armada y conforman la llamada por Gil Fortoul
como “Oligarquía Conservadora” (entendiéndose
que era una élite que propugnaba por la conservación de los privilegios
coloniales, aun cuando muchos de sus representantes no podrían esgrimir un “Expediente de Limpieza de Sangre” como
el que exigían en la época colonial para optar a títulos nobiliarios).
El descalabro demográfico es inmenso,
pues Venezuela vio perecer en la guerra
la mitad de su población, por lo que abre tímidamente sus puertas a la
inmigración europea: una muestra de esta política es el establecimiento, hacia
1840, de la Colonia Tovar, con alemanes de la Selva Negra. Pero una de las
corrientes migratorias más importantes y numerosa fue de los habitantes de las
Islas Canarias. De allí vinieron, entre otros tantos, integrantes de las
familias Hernández y Rodríguez, asentadas en el Bajo Apure, por ejemplo. “El carácter hispánico de la conquista y
colonización se prolonga mucho más allá del período colonial y de la guerra de
emancipación; desde el año 1831 la legislación y políticas migratorias buscan
estimular la captación e ingreso al país de población originaria de las Islas
Canarias y, aunque no aparece explícitamente formulado en las leyes, la
declaración oficial nunca llegó a desestimar la inmigración procedente de la
península ibérica. A lo largo del siglo XIX es presente el ingreso de españoles
y a partir de 1940 esta inmigración adquiere apreciables valores cuantitativos
que la colocan como la segunda colonia en importancia luego de los italianos”
( Chi Yi Chen, citado por Ricardo Torrealba, 1988: 6 y 7).
Para el presente ensayo partimos de dos
entrevistas, realizadas en tiempos diferentes (Luis Alberto Álvarez Echeverría
y Alonso Hernández Rodríguez, ambos nativos de El Yagual, Apure). Es de
advertir que no están muy claros los
nexos consanguíneos que puedan existir entre los diferentes grupos familiares
que llevan los apellidos a que haremos referencia seguidamente.
FAMILIA
ALVAREZ
Según datos aportados por Don Luis Alberto Álvarez Echeverría,
entrevistado el día 20/08/1995, se
obtuvo la siguiente información: Don Luis nació en el Hato “Antonio María” (hoy
Hato “Corocito”), ribereño del Arauca, al oeste de El Yagual, Municipio
Achaguas, Estado Apure, el día 03 de
Agosto de 1916. Sus padres fueron: Don
Félix Álvarez Trujillo, natural de Valle de la Pascua, Estado Guárico
(1884) y fallecido en Maracay, Estado Aragua (1957) y Doña Amparo del Carmen María del Socorro Echeverría Viso (“Doña
Socorro”), hija de Don Manuel Vicente Echeverría Hernández y Doña María del
Socorro Viso Hurtado, nativa de Calabozo (fallecida en El Yagual, hacia 1906).
Doña Socorro Echeverría de Álvarez nació
en El Yagual, Apure, hacia 1894 y falleció en Maracay, Aragua, hacia 1982. Del
matrimonio Álvarez Echeverría nacieron dieciocho (18) hijos: quince (15)
varones y tres (3) mujeres.
La familia Hurtado calaboceña procedía
de Don José Félix Hurtado de Mendoza,
venido de España y residenciado en Calabozo.
Los hermanos Echeverría Hernández eran
seis (6): cinco varones y una mujer; emparentados con Luis Felipe Hernández, quien luchó contra la dictadura de Juan
Vicente Gómez, al lado del Dr. Roberto Vargas, tío suyo. El padre de los
Echeverría Hernández era de origen vasco, pero ellos nacieron en Caracas:
1- Manuel Vicente, casado
con doña María del Socorro Viso Hurtado,
de Calabozo, padres de Doña Socorro Echeverría Viso, la madre de Don Luis
Alberto Álvarez Echeverría. Don Manuel Vicente falleció en Guachara, hacia
1924.
2- Joaquín Vicente, quien se estableció en Ciudad Bolívar, donde fundó familia.
3- Miguel Vicente, casó
con doña Soledad Rodríguez, de
Calabozo. Falleció en San Fernando de Apure.
4- Carlos Vicente,
residenciado en San Juan de Payara, donde tuvo varios hijos, pero nunca
contrajo matrimonio. Allí falleció.
5- María de Jesús (“Chucha”), nunca tuvo una residencia fija
y es probable que haya muerto en Ciudad Bolívar o en Caracas. Soltera.
6- Pedro Vicente, se
estableció en Ciudad Bolívar, donde fundó familia.
En El Yagual vivió Miguel Angel Echeverría (“El
Mudo”), hijo de Manuel Vicente, casado con Doña Brígida Fajardo, con quien procreó varios hijos: Arturo, Irene, María y Ángel. Falleció
en Maracay, donde residen sus hijos. Armando
Echeverría, primo hermano de Doña Socorro Echeverría de Álvarez, casó con Mercedes Estrada Torres, hermana del poeta
José Natalio e hijos ambos de Don Natalio Estada Utrera, cuya madre, Doña Rosa
Utrera de Estrada, era tía carnal de Don Rafael (casado con Carmen Plessman,
nacida en Ciudad Bolívar y de ascendencia alemana) y Don Julio Ramón Utrera
Arévalo (abuelo materno del autor de este ensayo), ambos de San Sebastián de
los Reyes, residenciados inicialmente en Guachara y luego en El Yagual; Doña
Rosa era tía abuela del gran poeta aragüeño Miguel Ramón Utrera.
El día 15 de Julio de 1916 (según Acta
Matrimonial N° 22), el poeta Teófilo
Trujillo, natural de Barquisimeto y de 23 años de edad, desposa, en San Fernando de Apure, a la
señorita Lolita Echeverría, natural
de San Fernando de Apure y de 16 años de edad.
La esposa de Don Luis Alberto Álvarez
Echeverría es (para el momento de la entrevista) Doña María Auxiliadora Garrido, natural de Arichuna, Apure, hija de
Don Juan Clemente Garrido (¿Stürup?). Habían contraído matrimonio (segundas
nupcias para ella) hacia 1963, procreando dos hijos: Paula Emilia (30 años de edad) y Luis Alberto (29 años de edad).
Los Álvarez Echeverría, a raíz de una
tragedia familiar, se trasladaron de El Yagual a Biruaca, un pequeño caserío
cercano a San Fernando, donde llegaron el día 05 de Diciembre de 1934. Por
ello, Don Luis es considerado como uno de los fundadores de la actual ciudad de
Biruaca.
FAMILIA RODRÍGUEZ
El primer personaje con este apellido
que localizamos fue a Don Juan Antonio Rodríguez, quien actuó inicialmente como
Teniente Justicia Mayor en la Villa de San Jaime (Barinas), lo que lleva a
pensar que pudo ser nativo de Caracas o Calabozo (los propiciadores de la
fundación de esa villa llanera) y luego figura como Capitán Poblador de San
Fernando de Apure, por nombramiento que le dio Don Fernando Miyares cuando
fundó la Villa de San Fernando; posteriormente aparece como Teniente Justicia
Mayor de esta nueva comunidad. Al hacerse la distribución de solares y tierras
a los avecindados en la villa recién establecida, él es beneficiado con casa en
la ciudad y un hato ganadero donde pastan más de 1.500 reses. Un hijo suyo,
Pedro Rodríguez Domínguez, nacido en San Fernando, casó con Doña María Josefa Guerrero
Hurtado de Mendoza, con quienes, según el Cronista Botello (2004: 7), se inicia
el linaje Rodríguez en Villa de Cura. Habría que investigar la relación filial
que pudiese existir con Juan Antonio Rodríguez Domínguez, Presidente del
Congreso Nacional que decretó la Independencia de Venezuela el día 5 de Julio
de 1811; él era nativo de Nutrias (11/10/1774), hijo de Don Gregorio Urbano
Rodríguez y Doña María Domínguez, según información de Don Virgilio Tosta, en
el Diccionario de Historia de Venezuela (1988:
III, 453 y 454).
Nuestra relación genealógica sobre la
familia Rodríguez es muy elemental en los casos que tocamos. Iniciamos con las dos entrevistas a Don Alonso Hernández Rodríguez (09 y 23 de Julio de 2014), de donde obtuvimos la información que ofrecemos seguidamente.
1- Don Alonso nació en El Yagual, el
26 de Enero de 1940. Sus padres fueron: Don
Jesús María Hernández Sarmiento (“Don
Chucho”), nacido en “Hato Viejo” (posible
asiento del antiguo Hato “Chaparralito
Palaciero”), cerca de Guachara, Apure, y Doña Facunda Rodríguez (¿Sierra?), nacida en la hacienda de cacao “La Rodriguera”, en Carmen de Cura,
Estado Aragua, hacia 1916.
2- Don Luis Rodríguez casó, en Ortiz, en el último cuarto del siglo XIX,
con Doña Ricarda Sierra, procreando
cinco hijos varones y dos mujeres.
3- Luis Rodríguez,
probable hijo del matrimonio Rodríguez – Sierra, un joven “catire”, ojos azules, mata un jefe del gobierno (época de Guzmán
Blanco), por haber violado a una hermana suya. Temiendo ser apresado por la
justicia huye hacia el Apure (nos trae a la memoria lo sucedido con José
Antonio Páez y con Pedro Pérez Delgado). Llega al Hato “Quiribijul”, cercano a
Guachara, en medio de soledades y medanales, propiedad del señor Juan de Dios
Hurtado, calaboceño, solicitando trabajo. Allí es contratado como becerrero.
Dormía en un caney y no le permitían el acceso a la casa principal del hato.
Una cocinera le llevaba la comida al corral.
En una oportunidad pudo ver una
hija del hatero y le gustó su estampa. Pensó en la manera de contactarla y se
le ocurrió plantearle el caso a la persona que le llevase la comida. Al
presentarse la oportunidad, Luis le pidió a la cocinera le preguntase a la
joven si aceptaba que él le enviase una carta. La joven, que también lo había
observado, le informó al padre sobre lo que le pedía el becerrero. Don Juan de
Dios le dijo que le aceptase la carta, para conocer sus intenciones. Desde ese
momento el becerrero fue sometido a una estrecha vigilancia.
La cocinera le informó al mancebo sobre
la aceptación de la muchacha y Luis le escribe, en el tono más respetuoso
posible, que desea hablar con su padre para que le permita cortejarla. Cuando
la joven recibe la misiva se la entrega al padre para que la lea. Este se
sorprende de la caligrafía inglesa y redacción de la carta, por lo que le pide
a la hija le escriba que su padre quiere una entrevista con él, para conocerlo
mejor, y lo espera el siguiente domingo
en la casa del hato.
En el transcurso de la semana, Luis
aprovechó para mejorar su aspecto físico y el día de la entrevista se presentó
bien afeitado, vestido de liqui - liqui y una botas de cuero, que tenía
guardadas, con el propósito de causar la mejor impresión en sus anfitriones.
Don Juan de Dios lo recibió muy amable y
en cordial conversación le preguntó sobre su procedencia y los motivos de su
presencia por tan apartados lares. Luis le cuenta quienes eran sus familiares, los
percances que había tenido en su tierra, Ortiz, y que no se le había presentado
por temor a ser entregado a las autoridades. El hatero le recrimina no haberse
presentado como era debido, para darle una ocupación más acorde con sus
conocimientos. Desde ese momento le dio la responsabilidad de ser su contador y
responsable de sus numerosas diligencias administrativas. Así fueron
transcurriendo las semanas, los meses y al cabo de unos dos años, se concertó el matrimonio de Luis Rodríguez, de Ortiz, con Leonor Hurtado Solórzano, hija de Don
Juan de Dios Hurtado y Doña Ana Tomasa
Solórzano de Hurtado, ambos calaboceños.
El matrimonio Hurtado – Solórzano tuvo
varios hijos, aparte de Leonor: Eva,
casada con Rafael Gustavo Lleras Codazzi (antes éste había estado casado con Eduvigis
Castro Rodríguez, de San Fernando de Apure, según Acta de Matrimonio N° 7, del
19/03/1916); Hilda; Elba; Teodosia, casada con Don Emilio Rodríguez Saintón; Eloisa, casada con un señor de apellido
Palacio; Juan y Gregorio. Don Juan de Dios Hurtado falleció en 1931.
En Guachara también vivieron unos
hermanos Hurtado, probablemente hijos de Don Gregorio, dueños del Hato “Buenos Aires”: Francisco, “Pancho”, José Ángel, José Ramón y Jesús, “Chucho” (fallecido en 1976).
Don
Luis Rodríguez y Doña Leonor Hurtado
de Rodríguez procrearon varios hijos: Luis
Tomás, María Luisa (casada con Gregorio Díaz González, cuyos padres
eran de Ortiz: el general Policarpo Díaz y Doña Jacinta González; pero él había nacido en Orucué, Llanos de Colombia),
Petra Margarita (casada con Donato
Véliz) y Leonor Lucía (casada con
Luis Emilio Aguilera, nativo de Guachara).
Don Luis Rodríguez, con ayuda de su
suegro, fue adquiriendo prestigio y fortuna, lo que le permitió adquirir varias
propiedades, entre ellas una porción del Hato “Guasduita” (propiedad del
general Teodoro Sánchez Ríos, nativo de El Baúl, en Cojedes), que luego él agregó
al lote de terreno que Don Juan de Dios había comprado al mismo general Sánchez
Ríos, donándoselo a su hija Leonor, y que, en conjunto, Don Luis bautizó con el
nombre de Hato “La Yagua”, ubicado entre El Yagual y Guachara.
Esa bonanza le permitió traer a sus
hermanos y una sobrina, quienes se residenciaron en Guachara y El Yagual. Tres
hermanos murieron en Guachara, como consecuencia de una fuerte epidemia que
azotó la región hacia 1918 (posiblemente la llamada “Gripe Española”). Doña
Facunda Rodríguez, la sobrina, que había llegado de corta edad, con su
padre y cuatro tíos, a Guachara, quedó huérfana, al cuidado de una señora llamada Clorinda, avecindada en el caserío “Las Matas”, en jurisdicción de El Yagual,
pero ésta no le prestaba mucha atención, por lo que Don José Francisco (“Panchito”) Mirabal Mayol (casado con
Doña Carmen Marchena Padrón), habló con su hermano Don Felipe Mirabal Mayol, quien
estaba casado con Doña Laura Fernández Stürup y había cuidado antes a Doña Mercedes Sarmiento, pariente de
la niña Facunda. Los hermanos Mirabal Mayol eran hijos de Don Francisco Mirabal
Bermúdez.
Allí, en El Yagual (habitando en la
famosa “Casa de Alto”) permaneció Facunda hasta edad adulta, cuando
contrajo matrimonio en 1939 con Don
Jesús María Hernández Sarmiento, hijo de Don Genaro Hernández, yagualero, y Doña Mercedes Sarmiento, natural de Ortiz.
De este matrimonio nació Alonso
(nuestro informante) y Nelson Hernández
Rodríguez. Doña Facunda, falleció en
Maracay, donde vive su hijo Nelson, el día 16 de Enero de 1999. Un hermano
suyo, a quien apodaban “El Pelón
Rodríguez”, salió herido en la sangrienta batalla que se produjo el 20 de
Mayo de 1922, en San Fernando, cuando fuerzas antigomecistas trataron de tomar
la ciudad. Consecuencia de estos hechos, fue capturado el general Pedro Pérez
Delgado y enviado al Castillo Libertador, en Puerto cabello, donde falleció.
Doña Mercedes Sarmiento, sobrina de Don Luis Rodríguez, venida a Apure a
comienzos del siglo XX, era también pariente cercana del Dr. Roberto Vargas.
Ella estuvo residenciada en El Yagual, al cuidado de Don Felipe Mirabal Mayol, y
realizaba trabajos de manualidades que los llaneros utilizaban para enjaezar
sus caballos (“pellones” para sillas
vaqueras y “chocontanas”). En esos
menesteres conoció a Don Genaro
Hernández, dueño del Hato “Mariquitero”, al oeste de El Yagual.
Al poco tiempo contrajeron matrimonio,
procreando varios hijos: María
(casada con un señor de apellido Azuaje), Carmen
(casada con Tulio Chacón Vásquez, hijo del Dr. y Gral Diego Eugenio Chacón
Arévalo), Alberto (cursó estudios en
la Isla de Trinidad, procreó a José Esteban Vera y fallecido en Maracay, a edad
octogenaria, el día 1° de Enero de 1989), Jesús
María (casado con Doña Facunda
Rodríguez, padre y madre, respectivamente, de nuestro informante), Isabel (quien procreó un hijo llamado
Homero Chacón, cuyo padre era hermano de Don Tulio) y Sara (casada con el italiano Tobías Fiumara, no tuvieron hijos).
Doña Mercedes, al quedar viuda, se ve
obligada a hipotecar el Hato “Mariquitero”, y con el propósito de entregar
la parte que le correspondía a cada heredero, vende la finca. El Dr. José
Manuel Sánchez Osto, copropietario del Hato “Chaparralito”, les aconsejó no
vender, pero esta es rematada en subasta pública y es adquirida por “Musiú” Tobías, quien luego la vende a
Don José Garbi Sánchez, quedando reducida la propiedad a Alberto, Manuel y Don
Chucho, quienes organizaron el fundo agropecuario “Los Médanos”, a orillas del caño “El Garzón” o “El Rodeo”,
al sur de El Yagual. Gregorio Díaz González, que era pariente de Doña Mercedes, quiso quedarse con el Hato,
mediante una treta que no le funcionó, por la intervención del Dr. Roberto
Vargas, quien lo amenazó con intervenir en el negocio si se empeñaba en
despojar a la viuda. Doña Mercedes se desempeñó durante varios años como
docente de una Escuela para Niñas en El Yagual, hasta su fallecimiento.
Ya advertimos al inicio de esta ponencia
que ésta debía tomarse como simples apuntes para esbozar unas líneas
genealógicas apureñas, con errores y omisiones, partiendo de algunas familias
que se trasladaron desde el Guárico y se asentaron en el Bajo Apure, durante
los últimos tercios del siglo XIX y parte del siglo XX. Es posible que otras
personas interesadas en el tema puedan completarlo. A continuación elaboramos
una relación de fuentes que puede ser consultada y ampliada con tal cometido.
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del Hato “Los Cocos” (antes Hato
Arichuna), propiedad del general Fernando Calzadilla (1883).
APURE.
Municipio Autónomo Achaguas. Oficina Subalterna de Registro. Documento N° 1,
folios 1 al 6 fte. Protocolo Primero. Cuarto Trimestre. Año 1959.
APURE.
Municipio Autónomo Achaguas. Oficina Subalterna de Registro (MIN. INTERIOR Y
JUSTICIA). Documento N° 40, del 10/06/1988.
Partición de Bienes de las Hermanas Díaz Rodríguez.
APURE.
Oficina del Registro Principal del Estado Apure. Juzgado de Primera Instancia.
Expediente N° 86, de fecha 15/01/1987.
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N° 1.
DIAZ
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del Acervo Hereditario de Gregorio Díaz González. Oficina Subalterna de Registro del Distrito
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ECHENIQUE, Argenis (1996…)
MENDOZA,
Irma – Rangel, Egilda P. (2008). “El Mantuanaje Carauqeño en los Llanos del
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Don Fernando Miyares González, en favor de Don Juan Antonio Rpdríguez, Teniente
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felicitándolo por el pago de las deudas exteriores establecidas según Protocolo
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de Miraflores.
RODRÍGUEZ,
Cástor Cosme. Libro de Defunciones de San Fernando de Apure correspondiente al Año
1905. Acta de Defunción N° 110. Oficina del Registro Principal del Estado Apure.
RODRÍGUEZ
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presentada en el II Encuentro de Historiadores y Cronistas de Venezuela en
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Digital”), el 23 de Marzo de 2013.
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pp. 185, 186, 187.
3-
ORALES
AGUIRRE
CONTRERAS, Enrique. 80 años de edad. Entrevistado en San Fernando de Apure, el
día 12 de Septiembre de 2014. Nacido en la comunidad de “El Rosario”, entre
Achaguas y El Yagual, Apure.
ALVAREZ
ECHEVERRÍA, Luis Alberto. 79 años de edad. Entrevistado en Biruaca, el día
domingo 20 de Agosto de 1995. Falleció hacia el 2005. Nacido en El Yagual,
Apure.
BRIZUELA
RODRÍGUEZ, Clemencia. 77 años de edad. Entrevistada en San Fernando de Apure, el
día 07/03/1993. Falleció en el Asilo de Ancianos de Biruaca, hacia 1998. Nacida
en San Fernando de Apure.
HERNÁNDEZ
RODRÍGUEZ, Alonso. 74 años de edad. Presidente
de la Asamblea Legislativa del Estado Apure, 1993 – 1994, y Gobernador
Encargado del Estado Apure, 1998 – 1999. Entrevistado en San Fernando de Apure,
los días 09 y 23 de Julio de 2014. Nacido
en El Yagual, Apure.
RODRÍGUEZ
CAMEJO, César Alfonso. 63 años de edad. Entrevistado el día martes 16 de
Septiembre de 2014, en San Fernando de Apure. Nacido en San Fernando de Apure.
ARGENIS MÉNDEZ
ECHENIQUE,
Cronista de San Fernando de Apure e integrante del
CEHISLLAVE
Biruaca,
Septiembre 19 de 2014.
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